miércoles, 3 de agosto de 2011

La casa de los once patios. Pátzcuaro, Michoacán.






Se trata de un lugarcito mágico que me ha perseguido toda la vida, y en donde espero poder morir, eso, si la muerte me da oportunidad de llegar. El pueblito de Pátzcuaro se encuentra bastante cerca de Morelia la capital del estado de Michoacán, a menos de una hora de camino. Desde que te recibe el lugar se te mete en la memoria y dificilmente podrás olvidarte de él. 


La entrada es por una calle estrecha con casitas de fachada muy sencilla, todas pintadas en rojo y blanco, algo que se repite por todo el pueblo. Se cuenta que en tiempos prehispánicos, Pátzcuaro era como un centro vacacional y de recreo para los purépechas, que practicaban deportes en los lagos y bosques que lo rodean. 
Al caminar por sus calles angostas y empedradas se encuentra uno con construcciones del siglo XVI, abundancia de vaguetación, plantas y macetas en cada ventana o recibidor.
Cada vez que vuelvo a este rinconcito de México, suelo hospedarme en el hotel Los Escudos ubicado en la plaza Basco de Quiroga y es bastante recomendable. A solo unos pasos de esta plaza que es la principal, se encuentra La casa de los once patios.

Un conjunto de patios comunicados entre si que forman parte del ex convento dominico de Santa Catarina, construido en 1742. En cada uno de sus patios se exhiben, fabrican y venden artesanías de la región.


Un sitio que no puedes dejar de visitar.
Saliendo de tu recorrido bien puedes caminar tres calles al mercado para comer corundas, una especie de tamal triangular, envuelto en hoja de plátano y relleno de queso que al calor del bote de tamales se derrite en la boca.
Los michoacanos dicen que las corundas son resultado de querer agasajar al presidente Lázaro Cárdenas en una visita que realizó al pueblo, suelen servirse ahogadas en salsa. 

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